DOREMIFAGOL (El fútbol, el deporte más hermoso del mundo y de sus alrededores)


El libro no escrito de Sergio Livingstone

Don Sergio Livingstone es el comentarista más longevo del país. En un lugar donde se respeta poco la historia, las canas y la experiencia,  es realmente un gusto leer este reportaje de la revista El Sábado repasando su vida previo a un nuevo mundial.

El «Sapo» ha vivido todos los mundiales. Y su agitada vida se puede contar, desde Uruguay 1930 hasta Sudáfrica 2010, como una verdadera película. Tuvo las mujeres que quiso, dos matrimonios tormentosos y hoy, a los 90 años, lúcido, aún trabajando, dice que hace lo que le da la gana. Pero cuando cae la noche, la historia es otra. Este es el Livingstone que no sale en la tele. Por Rodrigo Fluxá

Una lista, una hoja de papel con 77 posibles preguntas para Sergio Livingstone y la única que vale, la que realmente importa, es la que nunca responde, sobre el tema que odia.

-Don Sergio, ¿le tiene miedo a la muerte?

Con 90 años, Livingstone es una rareza laboral, una excepción clínica y una gema mediática. Buscar alguien de esa edad, algún asalariado, con contrato vigente y con responsabilidades públicas, es un ejercicio inoficioso.

La gente le pregunta seguido cómo se encuentra y en este momento Livingstone se encuentra en el edificio de TVN, caminando lento hacia el estudio cinco. Son las once de la noche de un domingo. Queda un mes para el Mundial de Sudáfrica, la temporada de trabajo más dura para cualquier comentarista deportivo, y él dice que está listo.

Hay una clase de gente que divide su vida de acuerdo a los mundiales: en España 82 dieron su primer beso, para Italia 90 se habían casado y en Francia 98 su primer hijo entró al colegio. Sergio Livingstone puede empezar de muy atrás, desde el comienzo.

Por varios años Livingstone fue considerado el mejor arquero de América. Su actuación en el Sudamericano de 1945 fue inolvidable. En las imágenes, atajando contra Brasil en el Estadio Nacional y siendo felicitado por el defensa argentino José Salomón.

Para Uruguay 1930 figuraba en un palco personal en los Campos Sports de Ñuñoa, beneficio directo por ser hijo de John Livingstone, un inglés que repartía su tiempo entre la administración de ese estadio, el periodismo, los viajes, la organización de eventos de equitación, el fútbol, el arbitraje de boxeo, la pronta inauguración del Teatro Caupolicán y la bohemia.

Cuando llegó Italia 1934 tenía atesorados los guantes de Antonio Fernández, Fernandito, el gran boxeador chileno de la época, su ídolo de niñez. Era interno del San Ignacio y si los jesuitas lo castigaban, podía pasar semanas sin ir a la casa de sus abuelos, que cuidaron de él tras la muerte de su madre, cuando Livingstone tenía 11 años, a causa de una peritonitis.

En Francia 1938 ya era arquero y había debutado en la Universidad Católica.

La Segunda Guerra Mundial ocurrió entremedio.

Brasil 1950 lo encontró en el campeonato mismo, concentrado en un hotel frente a Copacabana, compartiendo habitación con Fernando Riera, delantero de aquella selección. En Río de Janeiro, el equipo ganó 5 a 2 a Estados Unidos, en lo que aún es la última victoria de una selección chilena en un mundial fuera del país. Es también el único mundial de Livingstone como jugador, pero no el único de su vida: trabajó en otros cinco como comentarista.

Un año después se casó con Lucía Vivanco, matrimonio del que, con medio siglo de distancia, rescata sólo una cosa: a sus dos hijos. Porque ocho años antes había tirado su gran oportunidad por la borda: mientras era figura estelar en Racing de Avellaneda, decidió regresar al país para ponerse de novio. Durante una gira con su equipo por Santiago, salió a comer con Lucía, la miró bien y no regresó a Argentina con sus compañeros. Le mandaron de vuelta, tiempo después, sus maletas de ropa, entre ellas los once trajes hechos a medida, uno por cada mes que pasó en Buenos Aires.

-Con 23 años dije: «Me caso, esta es mi vida, esto es lo que voy a hacer». Las huevas que era mi vida. ¡Las huevas!

41 años cumplirá como comentarista de TVN. En rigor empezó con el canal. Arriba, su matrimonio con Lucía Vivanco.

Estuvo de novio siete años, una eternidad en esa época, y una noche, en una cena, su suegra le pidió concretar. Y cedió, pese a que ya había señales de que el asunto podía no funcionar: peleaban mucho y se toleraban poco. Recuerda un episodio: antes de una gira europea con la UC en 1949, ella le exigió que lo llevara junto con el equipo para poder pasear. Él no podía, era un viaje de trabajo. Ella no entendió, hizo un berrinche y le terminó tirando el anillo de compromiso por la cabeza.

Livingstone era lo más parecido que tenía Chile a una estrella de cine: famoso, de buena familia, ignaciano, con plata y con aceptación femenina que no solía rehusar.

El divorcio y el retiro del fútbol fueron prácticamente simultáneos.

El final fue traumático y marcó a todos los involucrados para siempre: Livingstone se enamoró de Magdalena Scott, quien era la mejor amiga de su mujer. Lucía jamás se recuperó. Sufrió severos trastornos en su salud mental. Nunca lo perdonó y casi no hablaron por 20 años, aunque terminarán juntos inevitablemente: está enterrada en la tumba del lado de la que espera a Livingstone en el Parque del Recuerdo.

Tras la separación, la relación con sus hijos se afectó: estaban siempre en el medio de un odio rabioso por un lado y una culpa subterránea, en el otro. Cristián, el menor, gerente discográfico, hoy de 53 años, recuerda la rutina de los fines de semana con padre divorciado: toda la tarde en los estadios y rematando la jornada en el restaurante Oriente, en la Plaza Italia, con los amigos de su padre, pasada la medianoche, entre eternas conversaciones de fútbol, mientras él cabeceaba en la mesa por el sueño.

Sergio, el mayor, 60 años, gerente de BancoEstado, fue más consciente del proceso y, reconoce, ha afectado todas sus relaciones futuras: carga una separación y se ha pasado la vida buscando una familia, más que una pareja.

Con Magdalena Scott, Livingstone repitió el patrón: dice que era otra mujer de extraordinaria belleza, pero difícil de complacer. Sus familiares recuerdan momentos de conflictos: cierto verano decidieron ir juntos a Key Biscayne, en Miami, para aprovechar el sol. Tras dos días lluviosos en Florida, Scott decidió, fastidiada, regresar a Santiago y dejar las vacaciones en la mitad. Su esposo, entonces sobre los 50 años, partió detrás.

-Se casó muy mal. Ambas fueron un desastre de esposas. Se equivocó, no eran las mujeres que él necesitaba. Fue muy inmaduro y pecó de superficialidad. Buscó mujeres muy lindas, pero ociosas, que no hacían nada. Eran mujeres para mostrar en sociedad, no para el hogar. Él, de niño, nunca sintió una familia, nunca tuvo una mamá al lado, no entendía lo que era el amor profundo de una mujer real, más allá del amor físico. Nunca tuvo el bagaje para decidir bien -dice Sergio, el primogénito.

Los últimos años casi no se dirigían la palabra y dormían en habitaciones separadas. La tensión casi lo mata: en 1991 le pusieron cinco bypass. Se separó con 71 años. Se fue a vivir al departamento de soltero de su hijo mayor, donde convaleció mirando el cerro Manquehue.

Livingstone sintió el peso de ambos fracasos. Dice que a veces mira su historia, como en una película, y no se reconoce en el protagonista que tomó todas esas decisiones.

-No sé en qué fallé. Quizás no supe lo que es ser buen marido, porque ser buen marido no es llegar a la hora en la noche, es conmover a la mujer. Y yo no la conmovía. El gallo que llega curado, tarde, si al otro día la lleva a comer a Viña del Mar, la deja feliz. A mí el fútbol me colmaba, no le daba excitación a mi mujer, cosas inesperadas.

Sudáfrica 2010 encuentra a Livingstone a bordo de su Kia Soul 2009. Manejándolo. Se ha negado sistemáticamente a tener un chofer, pese a la insistencia de sus hijos. También a contratar a una enfermera puertas adentro: vive solo en un departamento, en un piso 11. Odia el desorden. Una señora lo ayuda hasta las cinco de la tarde. Si necesita un vaso de agua, digamos, a la medianoche, tiene que ir a buscarlo. No le gusta hablar de su edad y esa es su forma de demostrarlo: es todavía tan útil como cualquiera. Es independiente económicamente, exitoso, mantiene a su ex mujer y ayuda a su hijo menor cuando lo requiere.

No fue a África por una dolorosa artrosis en la rodilla derecha. Ya sin meniscos, los huesos de su pierna chocan unos con otros, sin amortiguación. Se le nota al caminar.

Ve a sus hijos, en días separados, los fines de semana. Se entretiene con sus cuatro nietos, pero rara vez los invita a su departamento. Es de trato británico. Si tiene que perderse una reunión familiar por un partido, lo hace. Al final del día el fútbol es, y ha sido, su gran pasión.

En la semana va dos veces al día a la radio, lee el diario, ve tele y hace los puzzles. Va a comer solo.
Se levanta a las ocho de la mañana y no le cuesta dejar la cama: siempre tiene ganas de trabajar. Dice que toma su claridad mental como un regalo y que nunca se proyecta más allá de pasado mañana. No tiene pensado escribir sus memorias, pero le habría encantado aprender a tocar piano.

Ocupa el celular, pero sólo para hacer llamadas, no las recibe, y aún no sabe leer los mensajes de texto. Una cosa lo desconcierta realmente de los jóvenes actuales: el hastío. No entiende cómo su nieto de 23 años no tiene ganas de hacer nada, ni cómo un compañero de trabajo pide licencia por depresión.

La paradoja última de su vida: tras querer tanto a las mujeres, tras vivir por ellas, terminó solo. Cuenta que hoy goza con su independencia: come, se viste y sale cuando se le da la gana. Pero cuando cae la noche es otra historia.

-Me gustaría tener alguien con quien conversar, ir al cine, una mano que tomar. Alguien que te espere en la casa. Alguien para las cosas pequeñas.

La madrugada del terremoto creyó que se iba a morir. Soportó los 105 segundos en su cama, sentado. Cuenta que rezó, como hace mucho tiempo no lo hacía.

-Don Sergio, ¿le tiene miedo a la muerte?

-Me da un poco de pánico. Pensar que voy a dejar a todos los que conozco. Sé que no falta mucho.

Para su lápida, ya escogió la frase: «Lástima que se haya muerto».

Así está ahora: con los ojos cerrados, inmóvil, con terno y corbata. Una señora le quita la palidez de su cara, manchada por los años. Lo empolva. Lo maquilla. Domingo a la medianoche. Hace mucho frío. Se prenden las luces. Sergio Livingstone está en el aire.


12 comentarios so far
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Es muy linda historia de don Sergio Livingstone mi Mama era prima de su primera esposa, doña Lucia Vivanco Lizana, mi nombre es Monica Michaels Lizana siempre he sentido un cariño por don Sergio a pesar de no conocerlo personalmente, muchos cariños para él

Comentarios por monica micharels lizana

Soy argentino, hincha de Racing y siempre recuerdo a don Sergio, cada vez que Racing visito Chile, el fue el anfitrion, guardaba tambien un cari#o muy grande por el club que lo tuvo durante 43 domingos cuidando sus tres palos. Hoy 28/07/11 he leido estos comentarios y a manera de humilde homenaje, adhiero a todo cuanto aqui se ha dicho. Ahora tenemos otro jugador chileno de apenas 21 a#os, ojala deje en nuestro club la misma impronta que Don Sergio. Saludos Campeon!!!!

Comentarios por Horacio Esteban Bercetche

DON SERGIO ES UN HOMBRE QUE HE ADMIRADO COMO DEPORTISTA Y COMO PERSONA UN GRAN GRAN HOMBRE ADMIRABLE EN TODO SENTIDO

Comentarios por ALEJANDRO GONZALEZ LLANO

un tremendo comentarista, ejemplo para las generaciones jovenes, hombre que merece todos los homenejes en vida por ser la tremenda persona que es, el pais va a lorar mucho su partida al igual como lo hizo con el gran JM. Grande Sapito.,

Comentarios por juan

Don Sergio es una luminaria que ha hecho en hombres como yo, de mediana edad (37) o mi hermano (seis años mayor), nacer la atracción, afinidad y cariño por todo lo bello que es y representa el deporte. Además su imagen resulta una suerte de padre-abuelo, consejero, que predica con su ejemplo. Quiera La Providencia mantenerlo por nuestra tierra, «en esta Tierra» un tiempo prudente más. Gracias por todo Don Sergio.

Comentarios por KARL FERNANDEZ SANCHEZ

Muy buen reportaje a don Sergio, quién ha hecho de su trabajo una pasión y reafirmando que en la vida todo tiene un alto costo, lo admirable es lo que el señala con gran dignidad estoy solo con mas de 90 años plenamente vigente y respetado he hecho lo que he querido…un gran abrazo porque además fue amigo del padre Alberto Hurtado, así que yo pienso que por ahí hay una ayudita divina.
Larga vida don Sergio
Pato Leiva

Comentarios por patricio leiva oyarzún

Grande don Sergio, para mi el mejor arquero chileno y uno de los grandes de América en su tiempo, y como deportista talvez el más grande de Chile. Toda una leyenda en vida …….. uno de sus miles de admiradores, lo he seguido por más de 66 años .. L . S . S. JULIO 2011

Comentarios por Luís

soy español y nada joven
He visto lo que don Sergio ha significado para el fùtbol chileno
He empezado a escribir sobre los Mundiales y he acrecentado mi admiraciòn por èl.
Graciad D. Sergio. Ud es un ejemplo.

Comentarios por rafael fernandez Alvarez

Yes! Finally something about bypass captcha.

Comentarios por bypasscaptcha

Hoy fallecio el Sapito… QEPD

Comentarios por Chrono

Yo soy prima de su primera esposa, Lucia Vivanco Lizana (Titina).
Era muy pequeña cuando se caso con Titina, era hombre encantador y buen mozo, mi prima vivia en esa epoca en la calle La Fetra, barrio Brasil; familia encantadora por parte de mi padre Gustavo Lizana Reaño, del cual me siento muy orgullosa
Mi nombre es Herminia Lizana F..

Comentarios por Herminia

Yo soy prima de su primera esposa, Lucia Vivanco Lizana (Titina).
Era muy pequeña cuando se caso con Titina, era hombre encantador y buen mozo, mi prima vivia en esa epoca en la calle La Fetra, barrio Brasil; familia encantadora por parte de mi padre Gustavo Lizana Reaño, del cual me siento muy orgullosa
Mi nombre es Herminia Lizana F.. Sapito estas en la historia del futbol

Comentarios por Herminia




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